sábado, 9 de junio de 2012

Crítica de TRES COLORES: BLANCO "Frialdad a la europea"

Título: Tres Colores: Blanco
Dirección: Krzysztof Kieslowski
Reparto:    Zbigniew Zamachowski
                  Julie Delpy 
                  Janusz Gajos
                  Jerzy Stuhr
País: Polonia
Año: 1994
Género: Drama/ Comedia Dramática




Estamos situados desde un principio en París. Ciudad que se muestra ambientada en un brillo ausentie y tonalidad que lejos está del romanticismo y magia que habitualmente la destacan. En tanto, el relato comienza con abogados, un juez, y una pareja que se disuelve. Disolución que tiene lugar por el problema de impotencia que detenta el protagonista, Karol (Zbigniew Zamachowski). Este inconveniente parece evidenciarse desde el mismísimo casamiento con Dominique (Julie Delpy); lo cual no permite que se consume la unión en la noche de bodas. Ante estos elementos, desde el inicio, Tres Colores: Blanco; parece prometer algo, no sabemos bien que puede llegar a ser, pero de seguro los carriles que tome la historia pueden llegar a sorprendernos o no.
Cuando asistimos a esta historia avizoramos algo simple, medido, sin muchas pretensiones. Pero a su manera, se puede destacar que justamente es en esa simpleza donde radica la principal virtud de Tres colores: Blanco. Realmente el director logra transmitirnos la frialdad que se desprende de la esposa del protagonista que va de la mano de la frialdad perceptible en esa tan europea y tan helada Varsovia, de la que proviene y a la que a los tumbos puede retornar Karol.
Mientras Karol, recién separado y en la ruina por su divorcio con la sensual e irresistible Dominique, busca encontrar un sentido a su ya desgraciada vida, podemos apreciar como el director de la película no duda en crear un personaje tan patético como humano a la vez. Es por ello, que más de uno puede llegar a sentir cierta simpatía por él, a quien todo parece irle mal.
Existe un límite difuso entre lo dramático y la comedia bien articulado por el director, lo que hace que este filme sea, a pesar de su ya señalada simpleza, tan atractivo como singularmente novedoso para aquellos que no estén deseosos de algo frenético y sin lugar a un más profundo desarrollo de personajes, como suele suceder con los filmes provenientes del circuito comercial.
La historia parece incurrir en los típicos cursos narrativos donde aquél que parece haberlo perdido todo  se recobra de su infortunio y luego puede recuperar a su amada. Amada desde mis perspectiva que no es más que una obsesión de Karol, tan humanamente interpretado por Zbigniew Zamachowski. Sin embargo, esa lógica típicamente hollywoodense no parece tener lugar en esta película de Krzysztof Kieslowski. Y es que el director polaco no nos deja con lo que se conoce como happy ending. Lo que es de agradecer porque la estructura narrativa del film se sostiene en la crudeza y frialdad, cuestiones, sensaciones sombrías en la que todo ser humano puede caer en más de una ocasión, tanto cuando nos lastiman como cuando no.
En conclusión, sin develar la manera en que finaliza este largometraje, mi sugerencia es que aquellos que tengan ganas de algo diferente, se animen a apostar por esta historia tan simplemente humana. Con todo lo complejo que lo humano conlleva.

Lo más piola:

  • Cierta sensación (humana) de justicia que nos queda al final de la película. Al menos a mí me sucedió eso.
  • Encontrar cine interesante y del bueno en Europa del Este.
Lo no tan piola:

  • Julie Delpy podría haber tenido una mayor preponderancia y protagonismo en la historia. Es correcta su labor pero no tiene muchos minutos en pantalla.
Lo curioso:
  • El título de la película alude al color que más se aprecia en el filme: el blanco. Aquí se utiliza con brillantez para enfatizar el frío que puede existir en una relación humana.