Resulta interesante poder hacer un comentario que no será algo acabado, pero podrá permitirnos adentrarnos en esta cuestión que no es un hecho menor, es más, efectuando una suerte de revisionismo histórico sobre el fascismo así como los totalitarismos, más precisamente con el nazismo, podemos evidenciar el modo en que sus protagonistas hicieron uso del Arte como una manera de conseguir adeptos.
La estética relacionada con la polìtica es un tópico fundamental desde la Teoría Crítica. En consonancia un autor frankfurtiano crítico como Walter Benjamín destaca con vehemencia la manera en que por medio del arte se podía movilizar a las masas y como también se utilizaban las tecnologías de la muerte. Benjamín estaba aludiendo obviamente al fascismo alemán de tal manera que: esos principios no eran otra cosas más que el “el arte por el arte a la guerra misma”. Más adelante, Benjamín aplica el análisis del arte y estética al campo de la política, yendo un poco más lejos que en su colección de ensayos Guerra y Guerrero donde el interés estaba puesto en la guerra. La principal sentencia de Benjamín es considerar que el fascismo fue altamente práctico para llevar a cabo de una manera contundente la estetización de la política.
Desde entonces la lectura llevada a cabo por los más
diversos teóricos de corte intelectual y no necesariamente marxista, ha intentado comprender como es que el fascismo resultó tan
preciso como poderoso a la hora de fascinar a las grandes masas que involucró en aquellos fatídicos años. Cuestión que, como se verá más adelante supondrá una mirada negativa en cuanto a la relación entre estética y política.
Durante el
nazismo se aprecia la combinación de una manera casi nietzcheana entre la forma artística
y la voluntad política. Un ejemplo claro es el filme de Leni
Riefensthal "El triunfo de la voluntad". En el mismo se genera una especie de confusión entre realidad e ilusión.
La
estetización de la política es notoriamente problemática. Por ende, entra en
juego la cuestión ideológica sobre la tradición de l´art pour l´art en la que se distingue entre lo que se considera arte propiamente dicho de otros productos humanos de sesgo moral, religioso, y hasta económico. Este
dominio (arte) vinculado en gran frecuencia a contenidos identificados como
bellos – aunque no necesariamente – importa menos que el interés que existe al
pretenderse autorreferencial y con una autonomía en sentido amplio. Lo que
supone dejar de lado las implicaciones éticas religiosas y de cualquier otro
tipo respecto al arte.
En otras
palabras, a nivel político, no importarían las consideraciones religiosas, éticas y económicas sólo “el valor del merito estético” como señala el autor Martin Jay. Se puede ejemplificar este vinculo entre política y arte, en esa ocasión en la cual el yerno del líder fascista Benito Mussolini, Galeazzo
Ciano desempeñándose como ministro de relaciones exteriores, con respecto al
bombardeo en 1936 de unos fugitivos de origen etíope llega a comparar el suceso
con pimpollos en el momento de la floración. Observando, aunque suene dantesco,
la situación como un espectáculo estético.
El
pesimismo de Benjamín, citado por Jay, no parecía inoportuno cuando sobre esta
fría elevación del arte sobre la vida humana aseveraba que “la autoalienación
de la humanidad ha alcanzado un grado tal que (el hombre) puede experimentar su
propia destrucción como un placer estético de primer orden”.
Concluyendo con este primer esbozo sobre la conexión que existe entre arte, estética y política me parece interesante así como incómodo finalizar con el videoclip del grupo de Rock de metal industrial alemán Rammstein interpretando "STRIPPED". Los que, polémicos como siempre, utilizaron imágenes de la cineasta Leni Riefensthal para el videoclip.
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