miércoles, 19 de junio de 2013

Crónica de una muerte anunciada: El Rey de Copas Descendido

Hablar de la caída de un grande como es el Club Atlético Independiente, es hablar de un proceso que ha comenzado desde bastante tiempo atrás. Es hablar de contrataciones tanto en cuerpos técnicos como en jugadores no acordes a la situación económica del ROJO. Es hablar de problemas de presupuesto que exceden a un ente social sin fines de lucro, como supuestamente son los clubes en el bendito fútbol de Argentina. Además, de problemas deportivos, los cuales estuvieron a la orden del día durante mucho tiempo.

Cuando confluyen tantos puntos negativos con tanta regularidad durante los últimos años es sólo cuestión de lógica sino de tiempo que se dé un resultado como el que acaba de acontecer el fin de semana pasado, cuando el Rey de Copas bajó a la segunda categoría del Fútbol Argentino por primera vez en su basta (y rica) historia.

Hablar de culpas es algo odioso, una cuestión que viene desde que la filosofía e idiosincrasia judeo-cristianas tienen lugar por nuestras pampas. En mi opinión, lo más correcto sería hablar de responsabilidades. Porque hablar de responsabilidades hace factible rever en qué elementos se ha fallado, y poder apreciar las alternativas en el horizonte que permitan revertir las circunstancias que rodean hoy al club de Avellaneda.

Una postal repetida en la tribuna roja durante este fin de semana

Es dable destacar que, a diferencia de otros, la gente de Independiente pudo demostrar su grandeza al bancarse esta situación desde la tribuna con aliento, entre lágrimas y desazón, seguramente con bronca, y mucha; pero con un estoicismo a la postre anormal en estos agitados tiempos actuales. Hecho que permite avizorar una luz, tenue, pero luz al fin que permite esperanzarnos con respecto de tomar esto como un juego, y no una cuestión de vida o muerte como muchas veces desde los medios se intenta instalar. Igualmente, lo anterior no desautoriza la idea de que en nuestro país el fútbol es una pasión, y está muy bien que así sea. El fútbol es el  mayor espectáculo que no sabe ni de clases ni de divisiones más allá de los colores, pero allí es donde debe quedarse. Lo demás es enfermizo, una enfermedad que va más allá del juego en sí, y que responde a una índole más social, y como todo en lo que es rodeado por dinero, a negocios poco claros también.    

En suma, Independiente deberá apelar a su grandeza, y a la vez, a la humildad, la que les permitirá poder entender qué pasó. Y que medidas tomar para que no vuelva a suceder. No es la muerte de nadie, pero no sería malo que sirva para un nuevo nacimiento, un Renacimiento del otrora Rey de Copas.




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